Buenas soy Juanda. He estado como 8 días enfermo con fiebre así que me he retrasado con las publicaciones. Se lo comenté a Arturo y el me pasó esto para que lo publicase. LLevaba un tiempo ausente el también debido a algunos problemas personales pero os quería enseñar ya el primer capítulo. Para los que no sepan quien es este tío pinchando AQUÍ podéis ver su introducción. Sin más dilación os dejo con su primer capítulo. Yo espero recuperarme pronto 😦
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Capítulo 1: Nuevas vidas.
Supongo que sólo puedo empezar por el principio, nací en Altacruz de la Vega, en la provincia de Córdoba. Era una pedanía que se acurrucaba en un lado del Guadalquivir principalmente se dedicaba al cultivo de hortalizas.
Vivíamos allí porque mi madre había heredado unas tierras de mi abuela. Mi padre se llamaba Jon y como podéis averiguar por su nombre, no era español. Mi padre en su juventud era pintor y vivía felizmente en su país hasta que en un viaje de estudios en Barcelona conoció a mi madre, Cristina Bret, la cual estaba allí visitando a sus tíos.
Después de unos meses de cartas decidieron vivir en la ciudad en la que nació su amor, Barcelona. El problema es que si no eres un gran pintor reconocido es muy difícil poder mantener a una familia. Mi padre tuvo siete trabajos distintos durante su estancia en aquella ciudad y todos ellos mal pagados. Lo peor de todo es que cuando la economía estaba en estado crítico mi madre anunció que estaba embarazada de mí.
Mis padres no sabían cómo afrontar el gasto económico. Gracias a Dios mis abuelos maternos nos ofrecieron su casa y sus tierras de Altacruz de la Vega a cambio de que los aguantásemos todo lo que les quedaba de vida.
Así pues mi padre comenzó en el negocio de la agricultura. La verdad es que se le dio mucho mejor de lo que él pensaba. Todos los días daba un paseo por sus hortalizas recién cultivadas con una satisfacción enorme. Cuando se recogió la primera cosecha y probó los frutos que había criado, comentó que nunca había probado algo tan sabroso. No solo sabían mejor que los de la tienda y eran más frescos, sino que también sabían a satisfacción, a su sudor y esfuerzo. El amor por la naturaleza de mi padre creció exponencialmente esos meses.
Pese a todo lo que le gustó la vida en el campo mi padre añoraba pintar. Todos los domingos cogía sus bártulos e iba a la orilla de Guadalquivir a admirar el paisaje y a veces a pintar. Ojalá hubiese podido ver alguna vez esa escena con mis ojos y con su mente. Estoy seguro de que para el esos momentos fueron mágicos.
Mi madre dejó un trabajo de oficinista que tenía para poder volver a Andalucía. Desde que supo que estaba embarazada dedicó su vida a cuidarme a mí y a cuidar de sus padres. Se convirtió en ama de casa. En cierto modo eso le causó cierta tristeza. Al dejar de trabajar sus días se tornaron más largos y aburridos, aunque volver a su tierra natal hizo que se pudiese reencontrar con algunas de sus antiguas amigas. La verdad es que gran culpa de este bajón la tuvo el cambiar una gran ciudad por una pedanía de 80 habitantes. Añoraba las cafeterías, añoraba los paseos rodeada de gente anónima, añoraba los restaurantes, los eventos nocturnos.
Cuando mi madre me tuvo tenía 28 años. Ya no podía entrar y salir como antes, tenía otras responsabilidades. La verdad es que cambié completamente la vida de mis padres, los dos tuvieron que hacer unos sacrificios enormes para que yo viviese con todas las comodidades del mundo. En cierto modo me siento culpable de haberle robado parte de su juventud, pero está claro que es algo que no pude elegir. De todas formas no se me olvidó nunca su esfuerzo y eso me ayudó también para mejorarme a mí mismo. Siempre intenté aprender de ellos en ese aspecto, siempre intenté imitar ese trabajo.
Y en medio de todo ese caos nací. Un dos de febrero de mil novecientos noventa a las ocho y cuarto de la mañana en un maternal de Córdoba rodeado de mis cuatro abuelos (vinieron de Inglaterra los padres de mi padre) y mis padres.
Pesé muy poco al nacer, dos kilos y medio. Me llamaron Arturo. No sé muy bien por qué. Se lo pregunté varias veces a mis padres y simplemente me dijeron que tenía cara de Arturo. Durante toda mi vida me he preguntado cómo tienen la cara los Arturos para que les llamasen así.
Los dos primeros años de mi vida estuve en Altacruz de la Vega. A mi padre le iba bien de agricultor y pese a que no podíamos permitirnos ningún lujo, podíamos vivir perfectamente todos. No tengo muchos recuerdos de aquellos momentos, era demasiado pequeño.
A los dos años mi madre volvió a anunciar que estaba embarazada, esta vez una niña. La noticia llenó de alegría a toda mi familia pero volvían los problemas. De nuevo, el trabajo de mis padres no daba el suficiente dinero para alimentar a todos. No tuvimos más opción que mudarnos a Altacruz de la Sierra.
Altacruz de la Sierra estaba a treinta kilómetros de Altacruz de la Vega, sin embargo, esta era muy distinta. Altacruz de la Sierra era un pueblo de quince mil habitantes y con un polígono industrial muy rico. Era un pueblo próspero situado al pie de una montaña, tenía una alta renta per capital, tenía comercios, restaurantes, varios colegios, un centro comercial, hospitales. Era como una pequeña ciudad donde todo el mundo se conocía.
Con el fin de conseguir alimentar a sus dos hijos mi padre invirtió todos sus ahorros en abrir una fábrica de muebles y mi madre comenzó a buscar trabajo aunque sin éxito. Mis abuelos les compraron una casa a mis padres y se compraron otra para ellos a tres manzanas de distancia. No quería estar lejos de sus nietos, quería disfrutar de ellos. También en el pueblo vivía una tía de mi madre y su marido, los cuales también ayudaron enormemente a sus padres en el inicio de su nueva vida. Porque de nuevo sus vidas cambiaron y el sacrificio aumentó. Fueron unos años muy complicados, unos años muy amargos para mis padres, unos años en los que todos los días parecían el último día antes de que todo se viniese abajo. Era demasiado pequeño para verlo pero cada vez que pienso en ello, cada vez que pienso que yo estaba en una cuna durmiendo tranquilamente mientras que mis padres sufrían para que yo y la que estaba por llegar pudiésemos vivir así, se me revuelve el estómago.
